"Me gusta la gente con ese átomo de locura que hace que la existencia no sea monótona, aunque sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú... Personas que, según mi familia, son calamidades indeseables" Nada. Carmen Laforet

abril 10, 2016

Hay demasiado ruido aquí



Hay demasiado ruido aquí
Murmullos, gritos...incluso carcajadas. No hay espacio aquí para tu desnuda alma, poeta.
Palabras, sonsonetes carentes de significado. No hay oídos aquí para ti, que suplicante despellejas tu garganta, invitándonos a recorrer los laberintos de este, el gran milagro de poder sabernos hermanos.
No hay oídos, poeta. Solo gritos, chismes. No nos vengas con el amor, el vacío existencial, el espurio gobierno o disertaciones absurdas sobre el majestuoso misterio  vuelo de una abeja reina.
No nos digas, no te queremos escuchar.
Hace tiempo derrumbamos el puente tendido entre todos los corazones. Equivocamos el camino en busca de la verdad. Mejor dínoslo por un whatsapp o un tweet... economía del lenguaje, el contacto y el entendimiento.
Me incomodas, poeta. Me haces mirar el pozo de mis ojos. A mí también me duelen el país, el hambre y la ignorancia pero ¿qué le vamos a hacer? Vive y deja morir...
Mejor dímelo por televisión, mejor dame una canción rítmica que diga casi nada.
No quiero pensar, no quiero sentir.
No voy a hacer nada... solo ruido, para no escucharme gritando, pidiendo amor y justicia, a través de tus palabras.

abril 01, 2016

Me caigo

A veces me pica... y caigo.
Soy aire, ligero, volátil. Y caigo.
Me hundo en los confines oscuros de la nada, sin motivo, sin gatillo que detone el estallido hacia el barranco en penumbras.
Solo caigo. Como acero ligero, aguado. Aire pegajoso que cae sin ganas, sin futuro.
Caigo. No sé cómo evitarlo. El recuerdo remoto de la luz late inútilmente dentro de mí. Me pica. Caigo. Me abismo. Hay tanto a qué llorarle, hay tanto por qué caer. La vida acaba, la violencia crece, el poderoso oprime, la indiferencia mira hacia otro lado, el hambre mata, el sacerdote engaña, la madre grita, la etiqueta social condena. Y el mundo... ni se inmuta. Ocupado en su propia aniquilación por las emisiones de dióxido de carbono.
Yo... caigo. Y crezco diminuta en la negrura. Me expando, me abismo. Me pica. Me caigo.
La luz agoniza en la cueva de la esperanza. Nada sucede. ¡Despierta! Hay tanto a qué reírle... pero no.
La cabeza punza, el pecho se ahueca, las piernas flaquean. Tengo frío.
Y yo... me caigo. Y yo no entiendo. Y yo no puedo, no sé, no quiero. Sin motivo, sin final.
Me pica. Me abismo. Me caigo

marzo 24, 2016

A veces pasa...


Inhala dolor, escupe poesía
¿De verdad debe ser así? No debería serlo. 
Inhala vida, escupe poesía
Suena mucho mejor. Pero a veces lo que nos duele, nos cala el alma y nos taladra sin dejarnos dormir, es precisamente lo que nos lleva, como máquinas gobernadas por algún amo desconocido, a convertirnos en escribientes, ese que toma el dictado, sin saber muy bien qué escribe o cómo terminará... Hay que escribir, para deshacer el nudo en la garganta, para liberar las lágrimas prisioneras en una ardorosa explosión de tinta y sal, de trazos inconexos... Hay que escupir poesía. Hay que vomitarla. Hay que desintoxicarse, exorcizarse... convulsionar en versos. Trazos convulsos que te lleven eventualmente a una especie de paz temporal. Nada es para siempre, ni siquiera la cordura, ni siquiera la "falta de inspiración". Hay que escribir. Inhalas vida, inhalas dolor... yo escupo poesía ¿Qué escupes tú?


 

agosto 26, 2012

El comienzo de la efímera cotidianeidad

Cuando despiertas esperando ver el patio de tu casa, porque te sientes como en casa, y te encuentras de cara a un cielo gris y rumano. 
Cuando escuchas ruidos fuera de tu habitación del noveno piso de un hotel y piensas que debe ser alguien que va pasando por la calle, que son los niños que salen de la primaria, que tal vez es tu tía Lolita, o Carlitos el de la tienda.
Cuando al asomarte a la puerta esperas caminar hacia el centro por la calle de 8 de julio, encontrar el puesto de pollos, con su aroma peculiar, y en su lugar encuentras el Bulevardul Revolutiei y un negocio de comida turca cruzando la calle.
Cuando piensas en ir a las 8:00pm al cine y comer palomitas con catsup y mayonesa y nachos con queso plástico y muchos jalapeños, pero en vez de eso encontrarás palomitas secas y totopos con una salsa picante que se debería avergonzar de llamarse así...

Sabes que la transformación ha comenzado. El hogar es fuero interno. 
Se siente hogar por dentro, todo es cuestión de hacer un ajuste de expectativas geográficas :)

Notas sobre la realidad: Hemos rebasado la barrera del primer mes. De aquí para delante todo será una estrella fugaz. La salida de aquel sombrío cuarto de hotel ha ayudado mucho.  En este nuevo hay luz y una increíble vista de la ciudad.

.

agosto 24, 2012

Timoșoara: comida, historia y flacuras


 Bună ziua, queridos lectores

 Me faltó decir que Rumania también colinda con Ucrania. Aquí en Europa los países son tantos y tan chiquitos que es fácil, para nosotros los mexicanos tan acostumbrados a las tierras bastas y extendidas –por no decir que soy geográficamente ignorante, jeje-, cometer errores de este tipo.

 Primero, porque algunos lo pidieron, les voy a contar sobre las andanzas del paladar raquidio por las tierras rumanas. La cocina rumana se podría resumir en unas cuantas palabras: carne, papas, pan, ajo, vinagre y aceite. La globalización ha querido abarcar también el ámbito culinario y ha puesto al alcance del mundo casi todos los alimentos, pero lo cierto es que el sabor no es el mismo. Las sorpresas han sido varias, por ejemplo, están los betabeles curtidos en vinagre, los pepinos en vinagre, los pimientos al vinagre y los chiles en vinagre. Ustedes podrán decir que esas cosas también las tenemos en Guadalajara o en México y yo les digo PUES NO. Aquí el vinagre es más avinagrado, los pepinos son hasta de otra forma, los pimientos están medios desabridos y los chiles, nomás pican y no saben a nada. Eso sí, las papas son más sabrosas y se cocinan de muchos modos: en puré, fritas, guisaditas con tocino y cebolla, con paprika, con quesito, cocidas, al horno… Podrían volver a decir que en Guadalajara también las tenemos, PUES NO. Estas personas sí que son ingeniosas a la hora de cocinar sus papas. En la parte aceitosa de la comida rumana encontramos que todas las ensaladas vienen remojadas en una generosa mezcolanza de vinagre con aceite, todas las carnes están prácticamente fritas, el arroz reluce de aceitoso, lo mismo que los quesos, salchichas, salchichones y jamones. Las salsas en los restaurantes son de ajo con ajo y algún ingrediente más, supongo que para darle color a las salsas, porque el sabor del ajo no se suaviza fácilmente. El camarada Marco estaría muy contento aquí en la tierra del ajo, ajajajaja. En cuanto al pan, tienen uno que sabe casi a birote fleiman. ¿Loco no? Jeje. Todo se acompaña con pan o se empaniza. El pan tiene una consistencia elástica a la que te acostumbras después de tres semanas, jojoojo. Y si quieres la versión light de una comida, los rumanos la tienen: empanizado y acompañado de pan, con tu buena ensalada bañada en aceite, tu sopa con sus buenos ojos de aceite flotando en el caldo y un postre (probablemente hecho a base de pan) con 100% azúcar y si tienes suerte, un componente frutal. Con todo y mi aceitosa y ajienta descripción, entérense de que el sabor de la comida es entre regular y buenoide. Los amantes del queso podrían experimentar bastante aquí, tienen una gran gama de productos lácteos: la leche, la crema, la crema ácida, un queso que es algo entre queso y yogurth pero que sabe a crema agria, un queso que parece philadelphia pero que es ácido como polvito de esos de “limón” que venden en sobrecitos. Y los crotones aquí tienden a ser redondos; la primera vez que los comí pensaba que serían garbanzos y su panosa y hueca consistencia resultó repulsiva a mi mexicano e indefenso paladar. También he torcido los ojos y la boca con más de una sorpresa “avinagrada”. Este fin de semana en Hungría, a donde fui con Paty (el Merligo) tuvimos experiencias culinarias bastante interesantes, pero de eso trataremos en la próxima entrega. 
Comida rumana y la Fanta del mundo paralelo

Mi amiga Ana y el papanas                                                                           

Lo mejor que he probado aquí son unas semillas de girasol tostadas y sazonadas… ¡Pedacito salado de cielo! Y también el glorioso “papanas” (se lee papanash), que es algo parecido a una donita de las nieves fiesta en su versión gigante, con un poquito de sabor a churro de iglesia. Viene frita y se baña con una crema (que sabe a yogurth natural, pero tiene consistencia de crema espesísima) y mermelada de moras, o bien, de Nutela derretida y helado de vainilla. Es como el bienestar hecho postre: sientes que las mariposas y las hadas aletean contentas en tu boca y una oleada de alegría te invade desde la boca hasta el estómago. El papanas es la felicidad hecha gordura, jojojo. ¡Oh! Ahora que lo recuerdo, también tienen aquí una ensalada de berenjenas (que más bien parece puré y es verde, cero apetecible a la vista), que es berenjena a las brazas, picada hasta que casi se muele, preparada con ajo, sal y creo que jitomate. ¡Chulada de maíz prieto! Qué rica sabe. Hay quienes dicen que la comida de un pueblo es el reflejo de su alma, de su espíritu. O como dijo Eren “la cultura también se come”. Pues bueno, estas pobres personas hacen lo que pueden con lo poco que tienen. Deberían de haber visto las caras de extrañeza que pusieron mis compañeras cuando les enseñé fotos del tamarindo, de los nopales y las pitayas, de la jícama y el chayote. Hay tantas cosas que nunca han visto en sus vidas, que me da tristeza. Y respecto a lo que nosotros no tenemos: aquí hay muchos tipos de moras, unos que yo no conocía, hay jugo y yogurt de cereza, que son riquísimos, y tienen refresco de uva con gas, como si se tratara de un universo paralelo (o.O)

                                                           
  Con respecto a las últimas décadas de la historia, aquí en Timoșoara hay posiciones encontradas: hay quienes piensan que se vivía mejor en el comunismo, pues todos tenían un empleo y una paga, aunque no hubiera mucho que comprar. Te daban credenciales y solo podías comprar comida para el número de personas de tu familia, según el tamaño de ración que el gobierno decretada. Podías pasar horas en la fila y a final de cuentas no conseguir plátanos, porque los alimentos se acababan pronto. Ni qué decir de los chocolates, eran todo un lujo. La libertad de expresión era nula, había que cuidarse mucho de lo que decías y en frente de quién lo decías, incluso con familiares y amigos, cualquiera podía ser un espía. Sin embargo, la escasez de bienes de consumo permitió a muchos comprar las casas en las que ahora viven y afirman que con la democracia sería impensable, jamás podrían haber juntado el dinero. Muchas familias y personas fueron despojadas de sus bienes e inmuebles durante el comunismo y ahora les están siendo regresados a los herederos, que no tienen dinero para las reformar las casas y hacerlas habitables de nuevo. Cuando eran comunistas, no todos podían estudiar licenciaturas, pero todos tenían asegurado un puesto de obrero y una especie de carrera técnica. Producían mucho y tenían poco, poquísimo. También les cortaban la luz o el agua, como medida de austeridad. ¿Y si producían tanto, a dónde se iba todo lo que producían? Y el asunto de conseguir un pasaporte era complicadísimo, de modo que el poblador promedio no podía salir del país. ¿Y por qué no querían que salieran?

También están los que dicen que los espacios públicos estaban mejor preservados durante el comunismo. En los pequeños pueblos la gente estaba obligada a trabajar para conservarlos y ahora con la democracia, la gente y el sistema se han olvidado de ellos. Se ha terminado el turismo en los pequeños pueblos. Yo me pregunto ¿A dónde va ahora la gente de vacaciones y por qué? Tal vez fuera de Rumania. Y si no tienen carreteras, a todos lados haces horas y horas de camino y los trenes están que no te decides entre llorar y vomitar, es razonable que prefieras pasar una semana en Italia, que tres días en carro y tres días en las montañas rumanas.

El centro de Timoșoara es testigo de la historia y de ese “descuido democrático” del que se habla. Están los que fueran palacios cuando el imperio austro-húngaro: la pintura descarapelada, las cornisas despostilladas, las estatuillas sin rostro, arrancado ya por el viento y los años. En algunos muros se observan aún los agujeros de los disparos lanzados durante la revolución. Al lado de los palacios, a manera de insulto hecho concreto, están los edificios grandes, grises y fríos, moles silentes, escurriendo chorretes de cochambre, indiferentes, anacrónicos... Me imagino cuando llegó el comunismo y los construyeron. Veo a la ciudad detenerse en el tiempo, para ser gris, sin emoción, pero eso sí, con mucho trabajo duro y honrado. Debió ser impactante, salir de las casitas sacadas de un dibujo de primaria, para pasar a las casas versión caja de zapatos, sin nada que las distinga unas de otras, sin derecho al color. Parecido a la sensación de asfixia y tristeza que proporciona estar en una oficina gris y silente, pero prolongando esa sensación de día y de noche, durante décadas…



Antiguos palacios y edificios “comunistas” conviviendo en la Piața Victoriei (también se pueden observar unos flacos y flacas, jajaja)
Hay muchas cosas que me intrigan sobre Rumania: Aquí todas las mujeres son delgadas o muy delgadas. Yo me pregunto ¿a dónde se va toda la grasa que se comen? Porque por todos lados hay flacas comiendo pan, nieve, carne y papas, muchas papas. ¿Vomitarán después de cada comida? Tendría que darme a la tarea de espiar a alguna. ¿O hacen mucho ejercicio? Pues yo no veo mucha gente corriendo o haciendo deporte, hay ciclistas, pero no parece ser el transporte habitual de la gente. Podría ser que caminen mucho, porque además hay muy buenos chamorros por estos lares. No sé. Estar rodeada de cuerpos alargados, como si un hilo invisible saliera de sus cabezas y los jalara todo el tiempo hacia arriba –sean altas o no-, de caderas estrechas y espaldas triangulares, de pechos naturales pequeños o grandes y falsos, me hace sentir extraña. Mis caderas no mienten: soy latina y estoy llena de redondeces que desentonan con la estilizada silueta europea.

Otro asunto llamativo es el color de la piel de los rumanos: aquí casi todos son blancos. Los morenos son por lo general gitanos, y no son muy queridos, como les había dicho, aunque aún no descubro por qué. Los tonos de pieles van de “muerto fresco” a “rosado casual”, pasando por “a penas y me corre sangre por las venas” y “parezco güero de rancho”, aunque claro, hay también el modelo de cama de bronceado o de “Acapulco en la azotea”. Los cabellos oscilan entre castaños y rubios. Los ojos son claros u oscuros, habiendo considerablemente más ojos claros aquí que en México. Cuando salgo a caminar por la calle observo los brazos y las piernas que andan en vaivén por las calles, como mapas didácticos del sistema sanguíneo humano, sujetando bolsas de la compra o carriolas, veo los pescuezos paliduchos que sostienen cabezas igual de pálidas, si acaso ruborizadas por el maquillaje o la lozanía de la juventud y pienso “Dios mío, qué palidez la de todos aquí”. Miro mi reflejo en algún aparador y me sorprendo al darme cuenta de que soy igual de pálida y nunca me había dado cuenta. Claro que sé que soy pálida y me han apodado Gasparín y toda la cosa, pero nunca me sentí realmente distinta al moreno mexicano promedio. Supongo que el color de la piel se puede llevar también en la mente como parte de nuestra identidad nacional.

Y bueno, hasta aquí llegaremos con esta entrega, pequeños lectores. Dejaremos para la próxima la experiencia de la versión rumana de una “carne asada”, el catálogo de modelos de niños, jóvenes y adultos de Rumania, más datos sobre la historia y la cultura, descripciones de otros edificios y lugares emocionantes, además del paso por Budapest, ¡Más lo que se vaya juntando y lo que pidan los lectores! “Multumesc” a los que llegaron hasta esta última línea. Envíen sus comentarios y lo que les gustaría saber.

Besos avinagrados y aceitosos.

Ceau!